miércoles, 31 de julio de 2013

Las primeras quintas

Es inevitable. Los hermanos mayores emiten una especie de “lo que yo hago mola y se me ocurrió a mí primero” que invita a imitarles, por mucho que esto les fastidie a veces. Y Joel llevaba años rascando aquella vieja guitarra, así que el pedirle que me enseñara a tocarla estaba escrito. Era sólo cuestión de tiempo.

Cuando se lo pedí no saltó de alegría, pero tampoco me envió a la porra. Supongo que ese día estaba de buen humor. Me enseñó lo más básico que se le puede enseñar a un chaval de doce años con ganas de emular a Green Day: las quintas. El dedo índice en la nota que quieres, y el meñique en la cuerda de debajo, dos trastes hacia la caja de resonancia. Fácil. Pero, ¡un momento! Si en la cuerda del Mi no presiono ningún traste, ¿cómo hago su quinta? Cuando se lo pregunté, me miró durante varios segundos, claramente irritado. “Averígualo”, me dijo, y tras un breve silencio se marchó de la habitación.

Apenas pasaron unos meses hasta que algo de lo que yo tocaba con aquella guitarra le hizo sonreír, orgulloso. No hacía falta que lo dijera, en su mirada se podía leer. Mi hermano mayor estaba orgulloso de mí, y eso me hacía crecer.

Yo todavía no lo sabía, pero resulta que el mejor maestro no es el que te da todas las respuestas. El mejor maestro es el que te enseña a buscarlas por ti mismo. Y aunque dicen que a un hermano no lo puedes escoger, que te toca el que te toca, yo lo tengo claro. Quiero a éste. Qué suerte la mía.

Barcelona, Febrero de 1996

- Esli

Todos los capítulos en orden cronológico, aquí en el Índice.

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